Ha sido nuestra primera vez, y ha sido con Taratuto, Un novio para mi mujer.
Llevábamos todo el finde dándole vueltas a lo único -el amor como
necesidad básica- y aquí encontramos alguna (no todas, ni mucho menos)
respuesta. La hilaridad nos atacó a traición y tuvimos que reír, claro,
aunque no tanto como con la teoría que ese mismo día descubrió Marta
acerca de los orígenes de la humanidad; no sólo la descubrió, sino que
la desarrolló ante los atónitos ojos de un Cancho más que sabedor de los
orígenes del hombre, y que no terminaba de creerse que, lejos de ser
hijos de África, TODOS SOMOS GALLEGOS. ¡Todos! A este creador de
expresiones como genio involuntaria le resultó no del todo
creíble que sus amigos de toda la vida fuesen "también" gallegos, pero
la seguridad con que ella le expresó que sí, que todos venían de allí,
creo que lo dejó sin armas con las que rebatirla. Mientras, mi cara era
estrictamente de póker, sabedora de qué es lo que había desencadenado
toda esa teoría. Silbé, miré un poco al techo, como buscando Galicia en
un globo terráqueo imaginario, y de este modo pude contener el primer
impulso de mi cara, que fue el de desorbitar las cuencas y abrir la boca
en forma de alarma.
Me ha gustado. No tanto como No sós vos...,
pero me he reído. Hay escenas impagables, como el primer encuentro con
Cuervo López (para mí se ha quedado así, Cuervo López, como el Lobo de
Kiko, a quien tanto se parece); en realidad cada uno de los encuentros
con Cuervo Flores son impagables: el de la azotea, el del WC, ¡¡el de la
feria estando él disfrazado de mascota!!
Es
agridulce, da que pensar, sobre todo respecto a lo que vengo observando
hace tiempo (no sobre los orígenes gallegos de la humanidad, no) sobre
que un hombre nunca corta una relación: se limita a propiciar todas las
situaciones y premisas que sabe que llevarán a su pareja a darle fin. La
película es un himno a esa teoría. Pero también responde a la pregunta
de Patati: ¿se puede alguien volver a enamorar de una mujer/hombre
del/la que se ha desenamorado? Pues, evidentemente, nuestra mirada hacia
el otro puede cambiar sin que el otro cambie. En la película ella
cambia, pero voy más allá y pienso que ni siquiera hace falta un cambio
en el otro: la mirada de un tercero revelándonos que es tremendamente
deseable esa persona que a nosotros nos había desapasionado por completo
puede llevarnos a recuperar nuestra primera mirada.
Yo también soy una ilusa convencida. Como te dije una vez: Creo
que no me resigno a la efemeridad de los afectos mediada o mediatizada
por lo efímero de la physis. Mi apariencia no va a cambiar, si acaso a
peor. Dentro aún puedo crecer, expandirme, empaparme, embellecerme,
embeberme de la belleza misma. ¿No me vas a querer en mis de-cadencias?
Me cuesta creerlo porque no quiero que así sea. Quiero aprender a volar
cometas para remontar contigo mis estados de ánimo; a manejar halcones
para pilotarlos contigo;… pero no me quiero ingravitar las tetas ni
puedo ingravitarme el alma. Yo también, como todos, siento a veces una
carga pesada que me hace llover de la nube en la que flotaba. Soy
humana. Soy mortal. Y necesito que me ames con toda esa consciencia.
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